Los nuevos escenarios hídricos

Cuando hablamos de sequía, desertificación y déficit hídrico, siempre se termina valorizando de mejor manera a la agricultura familiar campesina porque protege el bosque nativo y establece una relación armoniosa con el medio ambiente. Si el pueblo originario mapuche no hubiera protegido los bosques milenarios de araucarias quizás no existirían. La relación que el hombre genera con la tierra es múltiple, sin duda que el factor económico también tiene su espacio en el desarrollo y fomento productivo, pero la protección de los ecosistemas que permiten el desarrollo de la vida tiene una preponderancia fundamental.

El ex vicepresidente del Banco Mundial, Ismail Serageldin, predijo en 1995 que «las guerras del próximo siglo serán por el agua». El estrés hídrico tensiona cada vez más los puntos calientes de los conflictos bélicos del mundo, como Siria, Irán, Nigeria o Somalia. David Michel, analista del think tank Stimson Center, dijo recientemente al respecto: «La falta de agua de Irán se percibe en las restricciones de las ciudades, en los pozos secos del campo, o en el lago Urmia, que cada año disminuye su tamaño».

Como señala Serrat, nunca es triste la verdad: Más de 750 millones de personas carecen de acceso al agua potable y casi dos millones fallecen cada año por razones relacionadas con este problema. Y las previsiones son mucho más alarmantes. En 2030, la demanda de agua será un 40 por ciento mayor que ahora por el aumento de la población. Convertir en dulce el agua salada supone revertir el proceso de ósmosis natural y eso requiere utilizar grandes cantidades de energía. Por eso, para que resulte una alternativa realmente viable sería necesario producir energía más barata o lograr que el proceso de desalinización sea más eficiente.

La crisis multisistémica que generó el cambio climático es también de fórmulas productivas. Una obviedad: el agua es esencial para la vida y para cualquier desarrollo posible. Los análisis agroclimáticos al contrario de ser alentadores traen cuotas de pesimismo para el sector. Poniendo las cosas en su lugar: “El 70% de la superficie del planeta está cubierta por agua, 2,5% corresponde a agua dulce y 0.62% al agua disponible para consumo humano, agrícola e industrial. Seremos más de 9 mil millones de habitantes para el 2050, y eso resume el tamaño del desafío”, afirmó Yolanda Martínez, representante del BID en Chile.

Según el Informe climático del año 2020, preparado en el marco del Plan de Acción Nacional de Cambio Climático 2017-2022, en Chile continental la temperatura media durante el 2020 fue de 13.6°C, convirtiéndose en el 2do año más cálido en 60 años, siendo 0.84°C más cálida que el promedio climatológico 1961-1990 (fig. 5) y 0.6°C más cálido respecto al promedio 1981-2010.

Escenarios hídricos 2030 tiene como propósito lograr la seguridad hídrica de Chile al año 2050. Fue creada en 2016 y desde entonces ha llevado adelante un trabajo intenso basado en el diálogo multisectorial, logrando propuestas concretas para iniciar la Transición Hídrica del país.

Uno de los factores que atentan contra la solución del problema, en el caso de nuestro país, es la importante fragmentación de la institucionalidad donde se han identificado 43 instituciones de Estado con atribuciones para incidir sobre la gestión del recurso hídrico (Banco Mundial 2013) produce una falta de mirada y comprensión completa, sinérgica y común del problema. El 60% de escasez de agua en Chile es causada por una mala gestión del recurso, aumento de demanda y el sobre otorgamiento de derechos- señala el estudio “Transición Hídrica: El futuro del agua en Chile”, presentado por Fundación Chile.

Uno de los medios de comunicación más serios de nuestro país sobre todo en investigación periodística, CIPER, señala que La evidencia demuestra que el Decreto 90 —que vela por la protección de los sistemas acuáticos y regula las descargas de contaminantes a ríos, lagos y mares chilenos, verificando que las concentraciones no sobrepasen ciertos límites establecidos por la ley— no es suficiente, sostiene esta columna. “La contaminación ha aumentado notoriamente en ríos, lagos y zonas costeras. Se han encontrado mariscos contaminados con material fecal y también se riegan hortalizas con aguas no saludables”.

El centro del asunto es que, en Chile el modelo imperante de gestión del agua (diseñado en tiempos de la dictadura cívico-militar) tiene un fuerte sesgo economicista y está centrado en criterios de asignación de derechos de aprovechamiento de agua desde el Estado a privados, que pueden ser transados en el mercado como un bien cualquiera (vivienda, vehículo, etc.). La nueva constitución debe considerar al agua como un bien común y, por tanto, bien nacional de uso público, integrado a las cuencas hidrográficas que la originan. Desde la teoría jurídica- nos advierte Cristián Frêne: “en su calidad de bienes nacionales de uso público las aguas terrestres deben gozar de un estatus especial determinado por su dominicalización, demanialidad o publificación y se encuentran fuera del comercio humano”.

La incertidumbre que genera la escasez de agua en Chile y la urgencia de actuar para alcanzar la seguridad hídrica, en 2016 se creó la iniciativa Escenarios Hídricos 2030, bajo la coordinación de Fundación Chile, Fundación Futuro Latinoamericano y Fundación Avina. Su propósito es alcanzar la seguridad y sustentabilidad hídrica para Chile al 2050. fomentar la continuidad de las inversiones regionales en tecnificación y obras civiles y, por otro lado, capacitar a pequeños agricultores y extensionistas, en la mantención, reparación y manejo de los sistemas de riego que actualmente utilizan.

Embalse Los Aromos, hoy a menos del 6% de su capacidad, va rumbo a su sequía definitiva. La situación de la gran reserva de agua potable para el Gran Valparaíso ahora ha obligado a la empresa sanitaria a la búsqueda subterránea de reservas para la demanda de 500.000 clientes

El escenario actual formulados por Ulrike Broschek, líder de Escenarios Hídricos 2030, señala que “cifras provenientes de distintas fuentes dan cuenta de la frágil situación del recurso hídrico en Chile: 76% de la superficie chilena está afectada por sequía, desertificación y suelo degradado (SudAustral Consulting SpA, 2016); la totalidad de los glaciares estudiados están en retroceso por el aumento de temperatura (DGA, 2011), mientras 110 acuíferos del país se encuentran actualmente con una demanda comprometida superior a su recarga (Ministerio del Interior, 2015). Según el último balance hídrico realizado por la DGA (2020), entre 13 y 37% han disminuido los últimos 30 años los caudales de agua superficial de las cuencas del Aconcagua, Maipo, Rapel, Mataquito y Maule. En este mismo estudio se proyecta un aumento de temperatura entre 1 y 2,5°C con una baja de precipitaciones que indica una reducción de hasta 50% entre el 2030 y 2060 en algunas zonas del país”.

Desde el estado tampoco es fácil abordar este problema. La profundidad de la crisis hídrica que se vive en el país pone de manifiesto su falta de eficacia. Hasta ahora se cuenta con varios diagnósticos, políticas y planes que no han logrado trascender de una administración a otra para su debida implementación y seguimiento- señala Ulrike Broschek. La importante fragmentación de la institucionalidad donde se han identificado 43 instituciones de Estado con atribuciones para incidir sobre la gestión del recurso hídrico (Banco Mundial 2013) produce una falta de mirada y comprensión completa, sinérgica y común del problema. Una serie de medidas buscan abordar el problema.

La Observación General N° 15 (2003) al Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC, de 1966) aborda el agua como un derecho humano. Allí se define como: “El derecho de todos a disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso personal y doméstico”.

Una serie de medidas, en nuestro país, algunas más elaboradas que otras buscan abordar el problema: gestión e institucionalidad del agua, implementación de nueva institucionalidad de agua a nivel nacional y en cuencas, desarrollo de incentivos para la conservación y protección de ecosistemas hídricos, para el uso eficiente y sustentable del agua. Proteger y conservar nuestros ecosistemas hídricos, restauración de bosque nativo, protección y conservación de glaciares y acuíferos, restauración de riberas, ríos y humedales, infiltración natural de aguas, pavimentos permeables, plazas de agua, jardines de lluvia, entre otros.

Eficiencia y el uso estratégico del recurso, sistemas de riego eficiente, riego automatizado, riego de precisión, invernaderos verticales, cobertura de techos para retener humedad de cultivos, entre otros. Migración e incorporación de nuevas fuentes de agua, reúso de aguas servidas tratadas, recarga artificial de acuíferos, desalación con usos multipropósito.

¿Cuál es el escenario al 2030-2050 de mantenerse las tendencias actuales? De acuerdo con el estudio realizado por la Fundación Chile, entre los escenarios pronosticados se visualiza que el crecimiento urbano y agrícola tendrá un impacto negativo en los recursos hídricos por un aumento de la erosión e impermeabilización del suelo, mientras que se incrementará el riesgo de exposición a aluviones e inundaciones por la expansión de las ciudades. “El propósito de las medidas y ejes propuestos está en poner la problemática hídrica en agenda país y movilizar las soluciones concretas para reducir brechas (…) No necesitamos más diagnósticos, sino avanzar en soluciones. Hacemos un llamado a crear una política pública robusta para avanzar en la problemática, comprendiendo las complejidades propias de los territorios”- señala finalmente Ulrike Broschek, líder del proyecto Escenarios Hídricos 2030 de Fundación Chile.

La falta de precipitaciones que vive en este momento Chile, la siembra de gran parte del territorio por monocultivo, el maltrato que los seres humanos le hemos dado a los suelos degradándolos, la escasez de miradas integrales que puedan resolver el problema del agua produce una revalorización de los métodos productivos empleados por la agricultura familiar campesina donde los factores de sustentabilidad y respeto por todos los seres vivos son elocuentes.