Volver al VRAEM no es una foto con título: es una deuda con nuestros pueblos

Escribe: Nelson Yupanqui Gómez, representante de la Federación de Cacaoteros del VRAEM

Muchos jóvenes del VRAEM partimos alguna vez hacia la ciudad con una promesa en el pecho: estudiar en diferentes universidades, institutos para volver y cambiar nuestras comunidades.

Luchamos contra el desarraigo, contra el racismo, contra las carencias, soñando con el día en que ese título universitario nos sirviera no para escapar, sino para transformar. Pero hoy, mirando a nuestro alrededor, la pregunta incómoda es inevitable: ¿cuántos realmente volvimos con ese compromiso intacto?

Ser profesional en el VRAEM no puede ser sinónimo de comodidad ni de indiferencia. En una tierra golpeada por la exclusión, la violencia estructural y la corrupción disfrazada de liderazgo, cada título obtenido con esfuerzo debería ser una herramienta de cambio, de lucha, no un trofeo para adornar redes sociales.

La gente no necesita más “licenciados “Ingenieros” que se sienten superiores, sino más profesionales que caminen con el pueblo, que escuchen, que propongan, que enfrenten al poder cuando sea necesario.

Y, sin embargo, la realidad nos golpea: en la política local, siguen los mismos de siempre. Candidatos que se reciclan en cada elección, que postulan una, dos, tres, hasta cuatro veces, como si fueran dueños del cargo. ¿Dónde están los nuevos liderazgos? ¿Dónde está esa generación de jóvenes preparados que tanto se anunciaba? La respuesta duele: muchos están silenciados, decepcionados, acomodados o simplemente ausentes.

Pero más allá de la crítica, constructiva, por cierto, hay un desafío urgente: los profesionales del VRAEM debemos asumir nuestra responsabilidad histórica. Ya no basta con tener conocimientos; es hora de ponerlos al servicio del bien común. Hay que disputar los espacios de poder, sí, pero con ética, con propuestas, con visión. Hay que romper el miedo, la apatía, el cálculo. El cambio no llegará solo; tenemos que provocarlo.

Volver al VRAEM no puede ser solo para las fiestas, ni para buscar un cargo. Volver significa construir caminos, formar cuadros jóvenes, democratizar el saber, fiscalizar al poder, y, sobre todo, escuchar al pueblo con respeto y actuar con convicción. Ese es el verdadero retorno. Y nuestra labor de acompañar a nuestros mayores. Lo demás, es solo copia.